estadounidense daban luz verde al estándar GS1 de identificación electrónica de productos. El nombre no dice mucho, pero se refiere ni más ni menos que al popular código de barras que inunda las etiquetas de miles de productos en todo el planeta.
Se calcula que cada día se escanean una media de 5.000 millones de códigos de barras. Según la asociación que gestiona el estándar, los códigos de barras son utilizados por más de dos millones de empresas de 150 países en sectores tan dispares como la alimentación, la electrónica o la defensa.
Hijas del Morse
Las veteranas barras llevan cuatro décadas trabajando, pero su creación se remonta quince años atrás, cuando Bernard Silver, estudiante del Instituto de Tecnología Drexell en Philadelphia comenzó a pensar en un método para agilizar el registro y cobro de productos en los supermercados. Su primera idea fue la tinta ultravioleta, pero se borraba con facilidad.
Silver se unió a su amigo Norman Joseph Woodland y ambos siguieron dándole vueltas a la idea. El concepto del código de barras apareció cuando Woodland, en la playa, trazó líneas de distinto grosor a partir de los puntos y rayas de varios caracteres en código morse. Ambos estudiantes idearon un sistema de lectura mediante una lámpara de 500 vatios, un tubo fotomultiplicador y un sistema de grabación óptica de audio modificado a partir del que se utilizaba para las bandas sonoras de cine.
Al año siguiente, Silver y Woodman solicitaban la patente, que les sería concedida en 1952. Woodman fue contratado por IBM pero la patente no interesó a la compañía, que consideraba que requería de medios de lectura demasiado complicados. La patente acabó en manos de RCA años después.
De los trenes a los coches
Paralelamente, el estudiante del MIT David Collins comenzó a desarrollar un sistema de etiquetado rápido de vagones para la compañía Pennsylvania Railroad. Collins ideó un sistema de barras reflectantes azules y amarillas que eran leídas por dos fotomultiplicadores con filtros de color.
El sistema fue bautizado como Kartrak y adoptado como estándar por la Asociación americana de ferrocarriles. Sin embargo, la crisis económica ralentizó su instalación. En 1967, Collins buscó autorización para desarrollar un sistema de barras similar, pero en blanco y negro, con el que extender Kartrak a otras industrias. Pennsylvania Railroad declinó el proyecto y Collins abandonó la compañía para fundar Computer Identics Corporation.
La aportación de Collins y de Computer Identics en la historia del código de barras fue el desarrollo de un nuevo lector basado en láseres de neón-helio y un espejo. El sistema era mucho más rápido, permitía leer los códigos desde distintos ángulos e incluso funcionaba en etiquetas parcialmente sucias o estropeadas. El sistema es casi el mismo que se utiliza hoy en día.
El error de RCA que IBM aprovechó
En 1966, la Asociación Nacional de cadenas alimenticias (NAFC) se reunió con RCA para elaborar un sistema universal de etiquetado. La compañía decidió desarrollar la patente original, pero cometió un error fatal. Eligieron una variante redonda de líneas concéntricas que Silver y Woodman habían añadido a la patente y que creían mejor porque podía ser leída desde varios ángulos.
En 1971 RCA mostró sus primeros códigos redondos. IBM asistió a la presentación y decidió desarrollar su propio sistema aprovechando que Woodman aún trabajaba para ellos. El gigante azul optó por la versión delíneas verticales con cinco versiones distintas marcadas con distintas letras según el tipo de industria.
Las etiquetas de RCA resultaron problemáticas porque la dirección en la que corría el papel a la hora de imprimirse las hacía ilegibles en muchos casos. En 1973, la NAFC eligió el estándar de IBM. A las 8:01 horas del 26 de junio de 1974, Sharon Buchanan escaneaba un paquete de chicles Wrigley’s, el primer producto con un código de barras moderno. Los chicles y el ticket de compra se conservan todavía en el Instituto Smithsonian.
Futuro inalámbrico
El debut del código de barras no estuvo seguido de un éxito inmediato y aún tuvieron que pasar años antes de su adopción universal. En el camino tuvo que aguantar teorías conspiratorias que aseguraban que era utilizado por el gobierno para espiarnos, y hasta protestas de grupos ultra católicos que creían que las barras escondían el número de la bestia.
En la actualidad, las etiquetas con código de barras conviven con otros sistemas 2D capaces de almacenar más información, como los códigos BiDi o QR. Ambos coexisten a su vez con las etiquetas RFID, compatibles con NFC y que se postulan como el futuro del etiquetado.
Probablemente aún tengamos que esperar unos años, un par de reuniones de Asociaciones de la industria alimentaria y alguna que otra denuncia de que el NFC es satánico y produce cáncer antes de que nuestro frigorífico reconozca los alimentos con sólo guardarlos en él. Nadie dijo que la vida de un estándar universal fuera fácil.
Más información | GS1 US
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